Ante un mundo ecológicamente analfabeta, que ha extraviado su sentido de pertenencia a la materialidad viva de la Tierra, buscamos redescubrir nuestra capacidad de terraformarnos con una multiplicidad de otros seres vivos que co-habitan nuestros cuerpos y nuestros territorios.

Ante un mundo patriarcal, capacitista y adultocéntrico que violenta los cuerpos y jerarquiza las diferencias, ensayamos prácticas de cuidado mutuo para todas las edades a través del juego, las artes, la elaboración de la comida, la palabra compartida y la ternura radical.

Ante un mundo digitalmente intoxicado, carente de espacios comunitarios y relaciones afectivas libres y profundas, defendemos el encuentro de grandes y pequeños con los libros, la escritura experimental, la lectura individual y colectiva y el juego colaborativo, como herramientas convivenciales de creación de vínculos, reconexión afectiva y formación de personas críticas y disidentes.

Ante un mundo petroenergívoro, que anda en coche y acepta acríticamente la expropiación de las calles por parte del transporte motorizado, la contaminación del aire y la intoxicación de los cuerpos, promovemos la cultura de la bicicleta y del andar a pie como un acto de libertad y autonomía radical ante las formas de habitar el espacio impuestas por el automóvil y la sociedad capitalista hiperindustrializada.

Ante un mundo que ha elegido la guerra y el ejercicio sistemático de la violencia como forma de colonización, dominio y expropiación sistemática de los territorios, los pueblos y las energías vitales de los cuerpos, cultivamos redes de solidaridad y apoyo mutuo con quienes defienden la Vida y habilitamos espacios de sanación y reconexión con nuestros cuerpos-territorios como herramienta política de transformación del mundo.